En memoria de nuestra gata

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 Antes, mis padres daban comida a los gatos callejeros que venían a nuestra casa. Había una gata que comía mucho. Mis padres la llamaban “Gal” que derivó de “Gal Sone”, el nombre de una artista de TV que comía mucho.

 Hace cuatro años y medio mis padres decidieron tenerla en la casa y la capturaron. La llevaron al veterinario. Se enteraron que sufría leucemia. Estaba infectada con el virus de la leucemia felina.

 Yo pensaba que debíamos liberarla. Ya había otra gata en la casa. Para prevenir la infección del virus, tuvimos que aislar la gata nueva en un espacio estrecho. Sería mejor que ella se moviera fuera libremente. Pero mis padres pensaban que no podíamos abandonarla. Dijeron “Va a morir inmediatamente fuera. En la casa,  no tiene problema con la comida y puede vivir tranquilamente en un ambiente climatizado.

Las opiniones de mis padres eran siempre prioritarias en mi familia. Compramos una jaula grande con tres pisos y empezamos a cuidarla. Al comienzo ella daba una voz de precaución cuando nos acercábamos, pero poco a poco se familiarizó con nosotros. Parecía cómoda cuando yo acariciaba su cuello. Después de acariciarla, tenía que lavarme las manos con jabón con cuidado para prevenir la infección de la otra gata. Se dice que este virus es inofensivo para los humanos, pero es peligroso para los gatos.

 Hace dos años perdió el apetito y siempre babeaba. Sufría de periodontitis y los leucocitos habían disminuido. Según el veterinario, le quedaban cerca de seis meses de vida. Yo la acariciaba más frecuentemente que antes. Al poco tiempo, recobró el ánimo milagrosamente.

 Cada vez que iba a verla, me llamaba para hacerme acariciarla. Cuando dejaba de acariciarla y bajaba mi mano, ella la golpeaba. Tenía que bajar mi mano rápidamente para evitar su ataque, lo que era un juego que entre nosotros disfrutábamos. Dejó de babear y empezó a comer mucho. Parecía muy sana. Pensábamos que quizá se hubiera curado de la leucemia.

 Un día descubrimos que sufría de un uña encarnada. Cuando recibió tratamiento, la hicieron un análisis de sangre. Según el veterinario, el nivel de los leucocitos era muy bajo y además sufría de nefritis. El resultado fue increíble porque ella tenía mucho ánimo.

 Un poco después perdió el apetito de repente. A pesar de ello, cuando iba a verla, saltaba al tercer piso para que pudiera acariciarla. No comió ni bebió durante nueve días. Parecía débil claramente. Pero a veces, saltaba al tercer piso.

 Un sábado, cuando yo estaba en el segundo piso de la casa, mi madre me llamó. Parecía que la gata había caído desde el segundo piso. Se acostaba y respiró débilmente. El intervalo de la respiración se prolongó y por fin dejó de respirar tranquilamente.

 Celebramos funerales para ella en un templo de animales domésticos como perros y gatos de nuestra familia. Ella también era un miembro importante de nuestra familia.

 

※この文章はスペイン人の先生の添削を受けて修正済みです。

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